El río acompaña al viajero hasta un lugar donde el tiempo se detiene. Es la Ribeira Sacra, sabiduría ancestral que en el presente despierta nuestros sentidos. Más viva que nunca, los ecos del románico trascienden el vértigo y en cada estación se aparece una gama nueva de colores. Es también un santuario botánico, con carballos de más de medio siglo y campos de vid milenarios. Lejos queda el silencio de los monasterios. Es otro silencio. Sacra.
«Se goza en las orillas del Miño de un ejemplar reposo: parece este río como si estuviera destinado a regar la huerta de un convento, de uno de esos conventos medioevales, que, en el fondo de un valle ubérrimo, lejos de todo trato humano, parecen haberse construido para admirar a Dios en los frutos de la tierra y amarle en la esperanza de una vida de la que ésta del mundo es sólo corta etapa, que por necesidad se pasa y por voluntad se desprecia.»
«Lugo. Del Miño tranquilo»
PEDRO FERRER
Portfolio Galicia
El tesón y la ilusión por preservar el patrimonio etnográfico, histórico y artístico de la Ribeira Sacra propiciaron la creación del EcoMuseo de Arxeriz. Su vista al Cabo do Mundo es privilegiada. A primera hora de la mañana, la niebla asciende despacio para desvelar el remanso de un meandro espectacular. Son las curvas del Miño, mares interiores de Galicia, donde la quietud nos despierta la memoria e invita a la reflexión.
En otro tiempo la navegación se hacía indispensable para la conexión entre las dos orillas y sus habitantes. Se estima que cada 5 km había un lugar de paso que permitía la descarga de todo tipo de mercancías y ganado camino a la feria. De Portomarín a Nogueira de Ramuín, sin olvidar los pasos del río Sil, en el Museo de Arxeriz rinden homenaje a estos puntos de cruce.
Dos grandes presas delimitan el curso del Miño a su paso por la Ribeira Sacra: la presa de Belesar, terminada en 1963 y, unos 30 km río abajo, la presa de Os Peares, inaugurada en 1955. Atrás quedaron las corrientes caprichosas que antaño formaban las pesqueiras esperando la llegada de las truchas y los salmones que ascendían desde la desembocadura. Testigo, y hoy símbolo de todo ello, se alza la iglesia de Santa María de Pesqueiras. Es la muerte de la cultura fluvial, de un modo de vida en torno al río.
Cuando el sol se refleja en la ladera este al final del invierno, los campos de vid se vuelven alfombras de oro. Aún quedan meses para la vendimia, pero el mantenimiento es continuo. Las cepas se alinean a lo largo de estrechas terrazas de tierras arenosas. El desnivel es extremo en algunos casos. El esfuerzo, heroico. Hoy representa toda una industria que ronda el centenar de bodegas. Uvas blancas: albariño, treixadura, godello, dona blanca, torrontés… Uvas tintas: mencía, brancellao, merenzao, tempranillo, sousón, caiño tinto. Del amarillo más claro al rojo carmín. Todo empezó con la llegada de los monasterios.